26 de octubre de 2007

El Conde Draco

El Conde Draco es un muppet de Sesame Street que me gusta (a partir de ahora, muppet y Barrio Sésamo). Aprovechando la conocida aritmomanía de los vampiros, se creó este personaje para que contase en voz alta todo lo que apareciese en pantalla.
En inglés, su nombre tenía algo de gracia, Count von Count y el resto de los países intentaron traducirlo manteniendo la idea original. Graf Zahl (Conde Cifra) en alemán y más ejemplos que, según he leído en la wikipedia, existen en idiomas que desconozco.
En español no es así. Parece ser que los empleados de RTVE encargados de bautizar a esos muñecos de gomaespuma fueron los mismos que aún hoy traducen los títulos de las películas de habla inglesa. Como si viera la escena ahora mismo. Me los imagino en plan -el muñeco violeta del monóculo se parece más a un vampiro que a un contable-, -llamémosle Noscifratu- dice uno que entendía inglés en el año 78 en España. Pero en ese momento el psicopedagogo carmelita que dice una frase por muñeco, dice que por ahí no pasa, dice también que el nombre de Noscifratu hará que los niños se caguen de miedo, y que él es el que está acostumbrado a lo de bautizar así que se llamará Conde Draco, que parece Drácula, pero que tiene dos sílabas en vez de tres y va sin tilde, vaya, que acojona menos. Los demás pasan de exigir un nombre digno para el monigote ese, ya se han tenido que tragar mierdas como Epi y Blas, Coco o rana Gustavo, así que escriben Conde Draco en el papel y pasan al bicho azul que come galletas. Aprovechan que el carmelita se ha ido a mear y traducen literalmente, Galleta Monstruosa. La verdad es que siendo galleta, azul y con ojos, sí que es monstruosa. El carmelita vuelve y dice que no, que los niños se quedan con la última palabra, así que se puede llamar como sea, pero la última palabra debe ser agradable, una palabra de niños, de futura generación de perfectos gilipollas, de psicopedagogía estadounidense con traumas y esas tontadas. Al final, un nombre bueno, El Monstruo de las Galletas. Nadie esperaba que se convirtiese en un icono bulímico, pero lo hizo. Tres galletas, tres veces que se purgaba. Once galletas, once vomitonas. Y sin forzar.
Os paso un video en el que el Conde se encarga de que el monstruo de las galletas no vomite todo lo que come.

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